"Un joven discípulo dijo a un sabio filósofo:
-Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando mal de ti. Dijo que...
-Espera-le interrumpió el filósofo-. ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
-¿Qué tres rejas? - Preguntó el joven
-Sí, las tres rejas. La primera es la verdad. ¿Estás seguro que es totalmente cierto lo que vas a decirme?
-No, lo oí comentar a unos vecinos-Respondió el discípulo
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, la bondad. Lo que quieres decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, al contrario - contestó el joven
-Y la última reja es la necesidad. ¿Es necesario que yo sepa lo que quieres contarme?
-No, no es estrictamente necesario - Aseveró el discípulo
Entonces dijo el sabio sonriendo:
- Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, mejor será olvidarlo para siempre."
Autor desconocido
16 de febrero de 2010
6 de febrero de 2010
Burros, más que burros
"Dos burros estaban atados entre sí. A uno y otro lado, a cinco metros aproximadamente, su dueño había puesto dos montones de verde y rica alfalfa. Torpes, como burros que eran, acuciados por el hambre, se empeñaron en comer cada uno del montón que tenían más cerca. Tantas eran las ansias por comer, tanto el esfuerzo al tirar cada uno por su lado, tanta la obcecación y la cabezonería y tanto su egoísmo, que se agotaron sin probar bocado. A punto
estuvieron, cada uno por su lado, de tocar con su hocico la hierba de enfrente pero no lo lograron.
Eso aumentó más su sufrimiento, su angustia y su esfuerzo inútil. Pasaron así una hora, hasta que, extenuados por el hambre, el trabajo y la rabia, cayeron al suelo a dos dedos (¡a dos dedos tan sólo!) de la alfalfa.
Dos vacas que pasaban por allí, en maravillosa camaradería, se pararon y, con parsimonia inteligente, liquidaron uno de los montones y, después, con idéntico entendimiento, acabaron con el segundo."
Alfonso Francia.
estuvieron, cada uno por su lado, de tocar con su hocico la hierba de enfrente pero no lo lograron.
Eso aumentó más su sufrimiento, su angustia y su esfuerzo inútil. Pasaron así una hora, hasta que, extenuados por el hambre, el trabajo y la rabia, cayeron al suelo a dos dedos (¡a dos dedos tan sólo!) de la alfalfa.
Dos vacas que pasaban por allí, en maravillosa camaradería, se pararon y, con parsimonia inteligente, liquidaron uno de los montones y, después, con idéntico entendimiento, acabaron con el segundo."
Alfonso Francia.
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