21 de enero de 2010

El elefante encadenado

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

Cuando tenía cinco o seis aós, yo todavía confiaba en la labiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: "Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?".

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y solo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido los suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

"El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño."

Seguró que la primera vez, siendo recién nacido, el elefantito empujó tratando soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella era una estaca demasiado dura para él. Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor de todo es que jamás se ha vuelto a cuestrionae seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó poner a prueba su fuerza...

Jorge Bucay

Y nuestra estaca, ¿cuál es?

5 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Jean; me alegro de que te guste mi blog y mis letras, siempre serás bienvenido.. Este cuento de Bucay no lo habia leído pero como todos sus cuentos deja una gran enseñanza.. sigue adelante con tu proyecto

un abrazo
Oscar

VIVIR dijo...

Jean... nuestra estaca somos nosotros mismos... si quieres ser un hombre lo seras... si quieres hacerte un desgraciado lo seras... si quieres ser feliz lo seras... si te propones ser alguien en la vida lo seras...

la estaca es mental...

La vida se vive solo una vez y además es preciosa... lucha POR TI... quiere tu antes que a nadie... proponte metas y alcanzalas... tu puedes...

Deray dijo...

Hola Jean. Llevo desde ayer intentando hacerme seguidora tuya y comentarte pero no me dejaba el ordenador se bloqueaba, por fin puedo decirte lo mucho que ha significado tu cuento para mi, tú no lo sabes pero a sido como un mensaje lleno de luz que me ha alludado a ver cosas distintas. Conozco a Bucay gracias a un buen amigo que me recomendo leerlo, desde entonces me he leido varias cosas suyas y me he echo con sus libros. Es un escritor excelente y con sus mensajes en sus cuentos te hace llegar una buena vibración. Me alegra haber llegado hasta ti, volvere sin duda alguna, de echo ya te he enlazado. Un beso grande mi nuevo amigo a sido un placer

pais magico dijo...

Hola Jean, encantada de conocerte para mi es un placer recibirte en mi rinconcito... en el cual siampre seras bien recibido.
Y que te puedo decir de Jorge Bucay, me encanta... si miras mis entradas antiguas veras que en mas de una ocasion lo e puesto.
Bonito cuento.. el caso que este no lo conocia y si alguna vez lo e leido no me acuerdo, me gusto mucho, muy buena eleccion.

Te sigo..

Que tengas una feliz semana...

Anónimo dijo...

Muy cierto y triste a la vez... Sin embargo, hasta el último día de nuestra vida debemos luchar por tumbar esa estaca.

Un placer leerte.
Saludos.